El filósofo malagueño Antonio Gómez Villar presentó en Jerez de la Frontera, en el Corral de San Antón, el libro Los Olvidados, una rotunda réplica a las teorías procedentes de un “conservadurismo sensible”, las mismas que afean las luchas culturales e identitarias.
En una época compleja para el progresismo en España, la izquierda se encuentra perdida en el laberinto. Una emergente y errónea dicotomía entre lo cultural y lo material alimenta fricciones y genera desafección. Antonio Gómez Villar (Coín, Málaga, 1985) se ha propuesto romper este marco de confrontación teórica y generar otros espacios más amables y constructivos. Un reseteo que huye de nostalgias y mira con optimismo al futuro; hablamos con el autor sobre esta intrincada controversia y profundizamos en la tesis de su ensayo.
¿Son los olvidados del siglo XXI un constructo ideológico reaccionario?
“Los olvidados” es el sujeto político de las nuevas extremas derechas. Se presenta una dicotomía entre “los olvidados”, “los perdedores de la globalización”, frente a la mal llamada “izquierda cultural”. O sea, lo progre como sobredeterminación, como superficie de inscripción de odios y resentimiento. Una reacción ante las nuevas demandas y reivindicaciones del feminismo, las luchas antiracistas o el movimiento LGTBIQ.
Habríamos de añadir que la apelación reaccionaria a “los olvidados” es también un intento de politizar las angustias existenciales de la crisis material y simbólica de las clases medias, otorgándoles un estatuto simbólico superior desde el punto de vista de género o racial. La clases medias no están atravesadas tanto por un miedo concreto a seguir perdiendo capacidad de consumo o bienestar material, cuanto una angustia existencial a perder el estatus social que hasta entonces detentaban.
La banda sureña Doctor Doppler presenta la obra Balada de un Cuerpo Inerte, una propuesta musical virtuosa y arriesgada que expone un potente mensaje antisistema. Este primer trabajo musical tendrá su réplica este mismo invierno.
Los supergrupos son un rara avis del universo musical que nacieron allá por la década de los sesenta. Se trataba de formaciones musicales compuestas por artistas que ya habían despuntado en otras bandas y que se unían en momentos concretos para dar rienda suelta a su talento y aportar lo mejor de sí mismos en un proyecto común. Supergrupos míticos como los Traveling Wilburys o The Dirty Mac pueden dar buena cuenta de ello.
A escala nacional siguen surgiendo algunos supergrupos; en Andalucía, por ejemplo, podemos decir que el Doctor Doppler es un supergrupo andaluz de nuevo cuño. Formada por Javier Escaño (Killem, Revolulu Band, Mah), Ángel Busto y Santi Castaño (Revolulu Band, Mah), Dani Cardiel (Antagonista, Envilo) y Rafa Caballero (Rafa Caballero en solitario, Hoja de Ruta), esta banda de múltiples referencias une saberes y experiencia en un osado laboratorio musical.
Este otoño han publicado su primera obra, la composición de larga duración Balada de un Cuerpo Inerte, una experiencia musical y visual que ya está disponible para su escucha en las plataformas de Youtube y en Spotify, entre otras. Hablamos con sus componentes para conocer el proyecto y profundizar en sus mensajes.
¿Cómo surge el proyecto de Doctor Doppler y cuál es su intencionalidad y sentido?
Dani Cardiel: Pues es curioso cómo nace el proyecto. Rafa Caballero y yo hemos colaborado en multitud de ocasiones en nuestras respectivas carreras y hemos colaborado en creaciones conjuntas como la canción Contra el Mundo, lanzada en formato single. Un día fuimos a un concierto de El Twanguero y, en el coche, hablamos de volver a colaborar. Allí habíamos quedado con Ángel, Javi y Santi, con los que yo ya había trabajado anteriormente. A todos nos pareció una unión de amigos y músicos muy potente y lo demás sólo fue dejar volar la imaginación.
Ángel Busto: Siempre tuvimos en mente hacer algo peculiar entre nosotros. A pesar de que somos compañeros desde hace ya muchos años, nunca nos habíamos reunido los cinco músicos para plasmar un proyecto sólido. Aprovechamos las horas de encierro en la pandemia para trabajar y producir en nuestros laboratorios BDUCI, nuestra primera propuesta. En ese sentido, queríamos proponer al público una obra audiovisual cargada de mensajes y simbolismos que provoquen un ejercicio de reflexión en el oyente y espectador del siglo XXI.
Esta es una obra conceptual, claramente introspectiva, muy intensa, ¿qué pretendéis despertar en el oyente?
D: Personalmente siento el acto de crear música como una forma de expresar sentimientos y emociones. No suelo darle vueltas a qué sentirán los demás al escucharla. Es cierto que esta obra en cuestión tiene escondida una gran crítica social al sistema. Y es que estamos vivos en un mundo donde cada vez hay más muertos en vida.
A: Creo que nuestra visión general de la música es de por sí arriesgada, vista desde el contexto actual, donde todo es de usar y tirar, de corta duración y fácil digestión. No pretendemos ser pedagogos de nada, pero sí mover los hilos de la mente y fomentar la reflexión sobre la sociedad actual, poner en interrogante muchas cuestiones que consideramos de vital importancia.
Javier Escaño: A nivel musical creo que todos teníamos claro que queríamos hacer algo que se pudiera sostener tras varias escuchas y siempre pudieras percibir algún elemento nuevo en la composición. Queríamos algo que tuviera distintos colores más allá del rock más directo y nos permitiera añadir capas de instrumentos y crear pasajes más ambientales y evocadores.
Rafa Caballero: En la pregunta está la respuesta. Despertar al oyente es uno de los retos; crear atención. Balada de un cuerpo inerte es una canción de diez minutos que puede presumir de someter a los sentidos del espectador. Si entras y viajas a través de BDUCI no te quedas indiferente. Doctor Doppler es un presente para los oídos que no se han descuidado en las dos últimas décadas.
Os habéis unido músicos que proceden de diferentes ámbitos y estilos, ¿cómo ha sido este encuentro musical y qué creéis que habéis aportado los unos a los otros?
D: Todos nos conocíamos de otros proyectos. Para mí ha sido una auténtica gozada, pues he tenido la suerte de vivir muchas experiencias vitales y musicales junto a todos los miembros de la formación. El rock progresivo y psicodélico de Revolulu Band, unido a la voz y los textos de Rafa ha sido una auténtica mezcla de calidad y saber hacer.
A: La experiencia que estamos disfrutando es muy enriquecedora a nivel artístico y emocional. Cada compañero vuelca toda su experiencia en el proyecto, y además nos sirve como una herramienta de aprendizaje y experimentación en algunos campos. El hecho de mezclarnos varios músicos de pop, rock, metal,etc nos ha ayudado muchísimo a que el resultado final sea un caleidoscopio sonoro que se asienta en el rock progresivo de los 70, pero que también bebe de algunos pasajes lentos y melódicos propios del pop o la canción de autor.
J: Cualquier creación musical en la que sus integrantes vienen de contextos musicales distintos, da siempre como resultado algo enriquecedor si estás abierto a que lo sea.
Habéis trabajado este proyecto en la distancia, en plena pandemia. ¿De qué modo ha afectado esta a la hora de componer letra y música?
A: Llevábamos mucho tiempo hablando de cómo plasmar una autoproducción potente, y la pandemia resultó determinante para decidirnos a dar el paso. Para nosotros tenía mucho sentido hablar del “yo” y del “todo” que nos rodea en un momento tan difícil. Desde luego el sentimiento que nos unía era el de hacer algo que tuviera impacto, en nosotros mismos primero, y en el exterior después. Trabajar en la distancia supuso afilar mejor el proceso de producción, ya que estábamos entre Sevilla, Jerez y Madrid y no hubo reuniones físicas ni ensayos. Todo fue a base de videollamadas y grabaciones a distancia.
La balada tiene un punto reivindicativo; habláis de “generación perdida”, de desarraigo, de la hipocresía de algunos sectores sociales… ¿hacía donde enfocáis la intención del texto?
A: Lo primero que sentíamos componiendo la canción es que necesitábamos crear inestabilidad en la moral de las personas. No se trata de incomodar, pero sí de fomentar en el espectador y oyente una observación profunda de los temas que abordamos.
R: Hay una palabra que desde ciertas esferas de la sociedad y a través de la repercusión mediática se ha ido ganando desprestigio; antisistema. Si analizamos su significado es de las palabras más poderosas y bellas. La libertad de pensar y creer que algo no funciona. Doctor Doppler es una propuesta antisistema.
BDUCI es un texto humanista con un claro mensaje de lucha de condiciones.
En cada acto de la canción la letra está estructurada de manera diferente. Hay dos, acto I y acto III, más libres en la rima y con una riqueza de palabras muy sonoras y gustosas de cantar. Y en el acto II, el rock agónico se funde con dos décimas espinelas. Esa combinación de poesía y rock es una de las cosas que van a estar muy presentes en el laboratorio de Doctor Doppler.
Habéis fusionado el apartado musical con las imágenes. ¿Quién se ha encargado del grafismo y por qué queríais presentarlo así?
Dani: El lápiz lo ha puesto Santi. Ha sido un trabajo genial el que ha hecho. La estética, el color, el ritmo de la imágenes, la crudeza de las mismas… me parece una auténtica pasada. El guión del vídeo lo hemos hecho entre todos, al igual que la composición musical. Una constante lluvia de ideas acerca de los simbolismos que queríamos tratar. La cantidad de documentos que tenemos compartidos en la nube es alucinante.
A: “Balada de un Cuerpo Inerte” se presenta como obra audiovisual donde música e imagen tienen la misma potencia. Santi, bajista del proyecto, ha dirigido y producido todo el apartado visual, con algunas aportaciones del resto de compañeros.
Santiago Castaño: He jugado con el simbolismo, con muchas metáforas; nada está puesto al azar y todo adquiere un significado. Para nosotros el vídeo tiene un sentido, pero cada uno puede otorgarle el sentido que desee, ahí está lo bonito y lo interesante de cuando arte y poesía caminan juntos.
¿Qué influencias y referentes habéis manejado en la composición de esta balada?
A: Es difícil ponerle límites a esto porque realmente hemos sido totalmente libres a la hora de componer y hacer arreglos. Quizás sea el rock de los setenta en general el estilo predominante y como denominador común, pero con varios giros hacia la canción de autor, el pop o el metal. Hemos bebido de Pink Floyd, Steven Wilson, Calexico, incluso de la última era de Extremoduro etc… Todo es posible en el laboratorio de Doppler.
J: A nivel de producción nos hemos fijado mucho en artistas/productores como Steven Wilson o Alan Parson. Esto, unido a partes más acústicas al estilo de Pájaro o partes de rock sureño o blues, hacen de la obra algo al alcance de muchos tipos de oyentes.
¿Tiene Doctor Doppler afán de continuidad?, ¿hasta dónde llegará el proyecto?
D: Una vez que tuvimos terminada Balada de Un Cuerpo Inerte y vimos la calidad del trabajo no dudamos en darle continuidad. Seguimos componiendo nuevas ideas para poder lanzar algo este otoño.
A: Siempre y cuando la legislación esté acorde a la realidad laboral de los artistas y los gremios que los acompañan, me parecerá bien. No tiene sentido argumentar mejoras que luego en la práctica no se pueden llevar a cabo. Me parece necesario revisar y actualizar la ley para artistas para mejorar este mundo laboral tan peculiar.
Tenéis varios proyectos paralelos al margen de Doctor Doppler; ¿cómo se compagina todo a la vez?
A: Este es el pan de cada día de cualquier músico en activo. Aunque no es nada fácil gestionar varios proyectos musicales a la vez, las ganas y la motivación de hacer algo artístico y que sea gratificante para uno puede con todas las dificultades (económicas, de tiempo, esfuerzo…). Es cierto que a veces debes priorizar una cosa sobre otra, pero entendemos que, a fin de cuentas, es como la gestión de cualquier otra profesión.
R: No hay una fórmula. Distancia, idas y venidas, otros proyectos… Siempre hay un hueco para trabajar en aquello que se hace desde las tripas. Es un lujo que los cinco aportemos y sumemos. Pasión y oficio.