Vamos al grano: Se equivoca Pedro Sánchez en su intervencionismo a base de decreto ley del sistema judicial. Actuación que recuerda mucho al Partido Popular, que gobernó prácticamente toda una legislatura así.
El ejecutivo no puede ir interviniendo, con la ayuda de la cámara, cada despropósito judicial (el de las cláusulas hipotecarias es solo una muestra), sino que tiene la obligación de reformar un Tribunal obsoleto y esforzarse en crear una judicatura justa (valga la redundancia), independiente, formada y con sensibilidad social.
Durante demasiados años, España ha tenido -y tiene- una cúpula judicial politizada, a merced del bipartidismo y los poderes fácticos. Toca cambiarlo, pues es de pura lógica: si el bipartidismo se pliega a las élites económicas y el Tribunal Supremo está politizado, al final el Tribunal Supremo es un títere en las manos de la banca.
Sánchez tiene dos retos, y ambos apelan a su valentía como mandatario: Despolitizar y actualizar la formación de la cúpula judicial (en cuestiones de género, de manera urgente), e introducir leyes que no hagan que España sea el hazmerreír de Europa en materia jurídica, pues los tribunales europeos andan corrigiendo cada dos por tres lo que aquí acontece.
Un nuevo decreto ley no cambiará el problema de fondo: La ciudadanía tendrá sensación de indefensión y de gozar de una justicia injusta si se sigue apagando fuegos y no yendo contra los pirómanos. La cúpula judicial ha de renovarse o corremos el riesgo de una fractura entre la sociedad civil y los órganos del estado, si es que esto no ha sucedido ya.
Pedro Sánchez ha de demostrar altura de miras y no hacer actos de cara a la galería, como imponer por decreto ley una medida que proteja a los usuarios de los bancos y su insaciable egoísmo. O vas al meollo de la cuestión, o tus medidas resultarán mero maquillaje. Y va siendo hora de que Sánchez elija qué clase de político quiere llegar a ser.


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Una Réplica
Miguel Valiente Roncalés
Tienes toda la razón, Javier. El problema no es quién sino cómo se le pone el cascabel al gato. Lo que habría que hacer es barrer el sistema judicial, que sigue siendo –en lo personal y también en su estructura y modo de funcionamiento– el que creó Franco, es decir, un sistema inventado para mantener y defender el status quo: oposiciones, puesto vitalicio, estricta obediencia a la jerarquía establecida…, o sea, un sistema que hace que, una vez alcanzado un puesto, el ocupante lo defienda con uñas y dientes. Solo unos pocos osan hacer frente a ese poderoso gigante, y los que lo hacen suelen acabar defenestrados. Eso es lo que habría que hacer. Pero para lograrlo sería menester una sólida mayoría absoluta. Pero no solo eso. Sería preciso tener la voluntad de hacerlo. El PSOE pudo en otros tiempos, pero no quiso, ellos sabrán por qué. Mejor dicho, uno de ellos, un ministro de Justicia lo intentó ministro de Justicia lo intentó, Bermejo, y fueron a por él. Quiso remodelar el sistema de acceso a la judicatura, tremendo atrevimiento. Sería interesante conocer la verdad completo de lo ocurrido en aquella fatídica trampa de 2009. Había en escena dos enemigos declarados de la derecha cavernaria: Bermejo y Garzón, y los dos acabaron derrotados, hundidos, expulsados. Por eso, para cambiar las cosas hace falta más que la voluntad de un gobierno, sobre todo si éste gobierna en minoría.