Hay actores que quedan marcados por un personaje que interpretaron y que se pasan la vida huyendo de sí mismos.
El espectador sólo lo ve y lo valora por lo que fueron, y no como lo que son o lo que quieren ser. No es sino cuando se paran y son capaces de aceptarse, cuando pueden seguir hacia delante. Es lo que le pasó a Michael Keaton con el primer Batman, y ahora, cuando se ha enfrentado a su pasado, puede desembarazarse de él. Birdman es una personalísima visión del mundo del espectáculo y todo cuanto le rodea, es la redención de Michael Keaton y es también la magnífica vuelta al cine de Alejandro González Iñárritu, el mismo que deslumbrara en la década pasada con joyas como Amores perros, 21 gramos o Babel, por citar algunos ejemplos.
Birdman es una película con una narración muy característica, un poema visual rodado en un plano secuencia cuya dirección actoral recuerda al teatro (y que engloba su acción en un teatro precisamente) y un acompañamiento sonoro indispensable para la percepción completa de la obra. Podrá gustar más o menos, pero no saldrás del cine con la sensación de Déjà vu. La película de Iñarritu es sui géneris y es una apuesta hecha a conciencia. Es arriesgado, pero funciona.
Pese a que el comienzo puede resultar desconcertante, por el tono, la ambientación, la marcada excentricidad de los personajes, el ritmo te va engatusando poco a poco y el trabajo de los actores hace que te creas las disparatadas situaciones que propone. Y es que Birdman es una película sostenida por su espléndido reparto. Por muy bien conseguido que tenga su sucia preciosidad, por muy buena música que le acompañe -ese Tom Waits gritando su tormento en medio de la calle-, por muy buen manejo de cámara que consiga, sólo el pulso dramático de Keaton, el carisma de un fabuloso Edward Norton, la orfandad de Emma Stone o la esperanzada Naomy Watts, la película no se sostendría.
El realismo mágico que el hombre pájaro aporta a la película no es más una manera de expresarnos el desconcierto de su protagonista. Un ser atrapado por su pasado, preso de los excesos cometidos y que se entrega al arte como manera de redimirse. Una buena forma de personificar los dramas personales de la industria de Hollywood. A un paso del ridículo, a un paso de la caricatura, a un paso de la ruina… y también a un paso del éxito más destructivo.
Con unos diálogos hilarantes y estudiadas dosis de existencialismo, de la mano de sus personajes, podrás ver cómo Iñárritu atiza por igual a la industria cultural, a la crítica, a los espectadores, a los actores –con nombre y apellidos-, a las redes sociales, a los medios de comunicación o a los padres actuales, y todo ello, con una sonrisa negra en el rostro.
Birdman se va a salir en los Oscars.


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