Llega a las librerías el ensayo “Yo podría haber sido Fidel Castro”, que rememora la visita del comandante a tierras gallegas en los noventa, analiza sus razones políticas y desmenuza las peculiaridades del fraguismo
Pocas personas recuerdan una efeméride tan insólita y desconcertante como la que ocurrió en Galicia en el año 1991. El mismísimo comandante Fidel Castro llegaba a España en viaje oficial, concretamente a Galicia, con la intención de acaparar el foco internacional y la excusa de visitar Lancara, el pueblo de Lugo donde creció su padre. Antes, Manuel Fraga había hecho lo propio visitando Cuba, donde fue recibido con todos los honores un año antes, en la época más dura del periodo especial. Ambos encuentros, pactados por los correspondientes equipos del gobierno gallego y cubano, hoy casi nos suenan a ciencia ficción.
El caso es que la realpolitik se impuso y el episodio quedó ahí, recogido en los libros de Historia, aunque actualmente se haya corrido un tupido velo según interese o no a la audiencia. La editorial Lengua de Trapo ha rescatado este acontecimiento histórico en su colección Episodios Nacionales, esa misma que rescata un episodio posterior a la Transición y lo analiza en forma de ensayo o de novela corta. El historiador Pablo Batalla (Gijón, 1987) ha elegido este cara a cara entre Fidel y Fraga porque le resultan “interesantes este tipo de momentos; los momentos equívocos, las épocas confusas, esos pasadizos entre enemigos; buscar en esos márgenes que están fuera de las categorías establecidas”.
Pero, ¿qué motivos reales escondieron tales encuentros? “Había claros motivos políticos. Fidel, el de obtener una ayuda, que le echaran una mano en un momento en el que la revolución cubana parecía colgar de un hilo. El apoyo tenía un valor extra porque no era el de un camarada ideológico, sino el de un contrario, un adversario conservador español que solicitaba a Estados Unidos el fin del bloqueo y el desmantelamiento de la base naval de Guantánamo. Por su parte, Fraga se daba una talla internacional como mandatario. Él, que durante toda su vida tuvo la ambición de ser el presidente del gobierno español y nunca lo había conseguido, podía aparecer ante el mundo como aquel que propulsó la democracia cubana”.
El libro narra con pericia aquellos días en una edición en la que se echan en falta fotografías de aquellos encuentros, que podrían enriquecer el texto: Fidel y Fraga bebiendo queimada, comiendo pulpo, las romerías multitudinarias que se organizaron… El autor tira del hilo de estos encuentros, míticos ya dentro del anecdotario de la política española, para adentrarse en las profundidades del fraguismo y del galleguismo más libre e independiente. Batalla ha buceado en varias biografías de los protagonistas y ha tirado de hemeroteca para, con gran capacidad de síntesis, describirnos de forma amena aquello que sucedió y que da pie a numerosos interrogantes.
Por ejemplo, si hoy seríamos capaces de tolerar un encuentro tan antagónico: “me resulta más inimaginable ahora de lo que lo era en aquel momento; vivimos tiempos en los que las cosmovisiones de derecha y de izquierda se han vuelto más herméticas. Siempre existieron esas dos cosmovisiones contrapuestas. Siempre hubo revolucionarios y reaccionarios, progresistas y conservadores; pero antiguamente había una complejidad a la hora de entender las cosas; hoy vivimos un momento de simplificación”, aunque eso sí, puntualiza que “en aquel momento Fraga recibió críticas de Miami y de su propio partido; y Fidel también recogió biocríticas desde la izquierda. En plan <<¿pero cómo puedes estar reuniéndote con este hombre que justificó ante el mundo el asesinato de Julián Grimau?>>”.
El ensayo nos muestra también el lado más humano y sociable de ambos mandatarios, aunque profundiza más en Fraga, que por momentos llega a parecer un tipo simpático y ocurrente. Preguntamos al historiador si tenía miedo de banalizar y desdibujar la figura de uno de los nombres más representativos de la dictadura franquista: “Es un riesgo que está ahí ¿no? Personalmente tengo esa tendencia, que a la vez me preocupa y me enorgullece; una tendencia fuerte a empatizar y a buscar al ser humano detrás del mito. Es un riesgo, pero de todas maneras no creo que sea así. El libro cuenta todas las anécdotas y episodios divertidos relacionados con Fraga, pero también su papel en la horrible represión de las huelgas mineras asturianas, en jugar un papel clave en la matanza de Vitoria y la de Montejurra; se señalan sus simpatías nazis y fascistas… Fraga era el hombre de las mil caras, y yo procuro mostrarlas todas”, concluye el autor.