Pocas personas en el mundo conocen el secreto de la Coca-Cola.
Por eso, la mayoría de los esfuerzos de esta compañía se destinan al marketing. A la distribución de mensajes que nos recuerdan que esta bebida sigue ahí, con nosotros. Que es sinónimo de libertad, de juventud, de un consumo desahogado y refrescante.
Coca-Cola es civilización. Al menos, la nuestra.
Marcos de Quinto, exvicepresidente de la empresa, ocupará un escaño en el Congreso de los Diputados por Ciudadanos. Convencido de que, si ha gestionado bien una empresa, también puede darle un buen empujón a su país, en el que no paga impuestos.
Son pocos, también, los que conocen el secreto de esta formación política, nacida para combatir el secesionismo catalán y, en la actualidad, lanzada a la presidencia del gobierno.
Casi nada se sabe de sus fuentes de financiación. Ni tampoco de unas propuestas programáticas que cambian según los sondeos, diariamente. Se ignora, asimismo, con quién pactarán después de los comicios.
Pero sus líderes molan. Son jóvenes, bien peinados y, algunos, con un notable cuero cabelludo. Sus movimientos gráciles y ensayados nos prometen una España competitiva y regenerada. Como el agua para fabricar algunos refrescos.
Seguro que beben Coca-Cola. Si todos lo hacemos de vez en cuando, deberíamos también votar a Ciudadanos. Como eslogan, esta conclusión supera a la mayoría de sus promesas de campaña.

Andrés Villena

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