La malvada «banda» de Pedro Sánchez que pretendía urdir «un plan» contra la unidad de España ya es historia en el imaginario de la cúpula de Ciudadanos. El relato, repetido una y otra vez desde la tribuna del Parlamento, les ha durado poco más de un mes.
La ridícula estrategia de marketing (que quiso simular sin éxito a «la casta» de Podemos) hizo aguas. Nadie compró ese delirio. Hubo estampida general en el partido naranja ante la deriva hacia la extrema derecha. Tras la crisis interna, vino la desaparición de Albert Rivera de la vida pública: un mes en silencio. Encuestas que colocaban al partido naranja como cuarta fuerza justo detrás de Unidas Podemos. Más la presión de ciertos agentes sociales para que facilite la investidura del PSOE.
Y voilá. El enésimo cambio de opinión encima de la mesa. Albert Rivera, el del «no es no» a un Mariano Rajoy que acabó apoyando repite falacia: el «no es no» a Sánchez es ahora un «es más que posible entendernos».
En las próximas horas podría producirse un pacto in extremis que facilite el Gobierno del PSOE. Y no debería extrañar a nadie. Con los números en la mano es la opción más lógica. El PSOE y todos los poderes fácticos prefieren un gobierno con alianzas por la derecha que por la izquierda. La posibilidad con Unidas Podemos, que la hubo —de forma efímera—, se esfumó y pasarán décadas hasta que volvamos a ver una opción semejante.
Iván Redondo frotándose las manos orgulloso. El establishment respirando tranquilo. No hay afirmación tajante que no tenga vuelta de tuerca para Albert Rivera. La suerte vuelve a sonreír a Pedro Sánchez con un balón de oxígeno en el tiempo de descuento. Con Rivera, sí.
Foto: EFE
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