Conforme pasan los meses y el mundo padece las consecuencias de sus actos, perfilamos la definición de quien al principio nos pareció indefinible. Y sí, definitivamente es un monstruo, un ente fantástico que inspira horror y turbación, que presenta inversiones y anormalidades notables con respecto a nuestra especie. Los hemos tenido iguales, pero no peores.
Es quizá el miserable más notorio, pero no es el único. Retrógrados como él campean a sus anchas por Europa. Algunos los tenemos cerca. Están abonados con el estiércol del dinero, de la xenofobia y del racismo. Su ponzoña arraiga en la incultura, el miedo y el egoísmo. Gracias a ellos, los más espantables fantasmas del pasado reciente planean sobre nosotros.
El siglo XXI plantea dos retos iniciales y prioritarios a occidente: recuperar el debate ideológico –eclipsado por el debate económico- y detener al fascismo creciente. Se impone la reflexión, la deliberación, la acción inmediata y contundente. En las urnas, que es la kryptonita de los monstruos. Y entretanto, la educación. Sin descanso.
La fotografía es de Asier.
Jose Antonio Illanes
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