La muerte en diferido de Carlos Pacheco y el maldito clickbait

La bochornosa cobertura periodística del fallecimiento de una de las mayores figuras de la historia del cómic español desvela el amateurismo de la industria y hace saltar las alarmas sobre la mala praxis periodística en medios generalistas que presumen de rigurosos.

La noticia saltaba este miércoles a primera hora de la mañana; Carlos Pacheco, el que quizás sea considerado el dibujante español más trascendente y prestigioso de la industria del cómic superheróico, había fallecido a los 60 años por complicaciones derivadas de una enfermedad diagnosticada meses atrás, la ELA, o como se le conoce sin abreviaturas, la esclerosis lateral amiotrófica. 

La exclusiva la ofrecía nada más y nada menos que la Asociación Sectorial del Cómic, de la que formó parte el autor gaditano, en su página web a las 8:38 de la mañana. Para ajenos al mundo del cómic, dicha entidad representa a un colectivo importante de profesionales y autores de la industria, cuyos portavoces copan los principales eventos, coloquios y jurados relacionados con el noveno arte en España. En su página web se autodefinen como un “colectivo integrado por personas y entidades procedentes de las diversas áreas profesionales que componen el sector del cómic en España, cuyo principal objetivo es intermediar con las administraciones y colaborar con otros colectivos en pos de promover acciones que contribuyan a la mejora del sector”.

No fue el único foco mediático que publicaba la noticia, a las 9:16 de la mañana lo hacía el periódico El País, en un artículo firmado por la periodista Amalia Bulnes. 

La noticia difundida por estas dos fuentes, en teoría fiables, más el pesar mostrado casi al instante por muchos de los compañeros de oficio de Pacheco, hicieron correr como la pólvora la defunción del dibujante gaditano, que fue publicándose en la mayoría de medios locales y nacionales a lo largo de la mañana. 

Pero a la vez que la noticia se difundía de un modo exponencial, se daba una circunstancia sorprendente y diametralmente opuesta: Carlos Pacheco seguía respirando, sedado, en el Hospital de La Línea de la Concepción, en Cádiz. No había esperanzas de recuperación, pero aún estaba vivo. Así lo publicaban en sus redes sociales amigos íntimos de la profesión como el guionista Rafa Marín, el dibujante Jesús Merino o el manager y representante David Macho. Marín escribió un mensaje inequívocamente explícito: “Sepultureros, dejad que la familia comunique la noticia. Porque sólo entonces será verdad. Y aún no es verdad”.

Poco después, fue el propio alcalde de San Roque, Juan Carlos Ruiz Boix, presidente de la Diputación de Cádiz y amigo personal de Pacheco, el que desmentía su fallecimiento, aunque reconocía que el dibujante sanroqueño se encontraba sedado “en una situación que su hijo ayer me describió como que su padre está en boxes, evaluando sus órganos y con tarea por delante”, escribía en su perfil de Facebook.   

Carlos Pacheco y Carlos Giménez, en una imagen del perfil de twitter del autor gaditano

La ansiedad por dar la noticia, ya fuera producto de un error humano, motivada por acaparar la exclusiva, acaso ganar unos cuantos miles de clicks o convertirse en el foco de atención en las redes sociales, nos habría mostrado la cara más perversa del sector. Ni siquiera el respeto al crepúsculo de la vida del dibujante español de superhéroes más importante de la historia había frenado el clickbait o la noticia falsa. Una práctica desinformativa que hoy día supone un modus operandi peligrosamente aceptado por buena parte de los lectores y la práctica totalidad de las redacciones en los medios de comunicación.

Pareciera que lo importante en esta carrera por la exclusiva es ser el primero en contar lo que ha ocurrido, incluso cuando todavía los hechos no han ocurrido.

Pero el bochorno seguía su curso; ni el diario El País ni la asociación Sectorial del Cómic emitieron comunicados claros de disculpas o rectificación (al menos no consta actualmente en sus perfiles y webs oficiales) por haber adelantado una muerte que, desafortunadamente, se produjo a última hora de la tarde. Si a esto le añadimos homenajes mediáticos algo precipitados y con el féretro en caliente, el retrato queda ciertamente desolador.

No es la primera vez ni será la última que se entierra a un personaje público antes de tiempo; ahí están los casos de Michael Robinson o Hugo Chávez (El País, again) por citar algunos ejemplos; y en la misma industria del cómic se vivió algo parecido con el malogrado George Pérez. Pero sí es la primera vez que ocurre en la frágil y precaria industria española del cómic, incapaz de asumir con rigor y profesionalidad sus desafíos comunicativos, cautiva de la endogamia y del narcisismo creciente en prescriptores, divulgadores y autores.

No obstante, el estado de la industria española del cómic y su grotesco reflejo no es la peor de las moralejas; lo realmente grave es la normalización de la mala praxis en el periodismo generalista, la reducción a la mínima expresión de la ética periodística. Es de lamentar la frustración que genera esta inmunidad periodística, lo poco o nada que se penaliza airear una noticia falsa antes de tiempo o no haber contrastado las informaciones faltando el respeto a la audiencia y al oficio.

Porque la mala praxis periodística genera hastío y desconfianza, y siempre deja un reguero de damnificados, en este caso, la familia y los allegados al dibujante, cuya jornada del miércoles fue durísima.

Porque si este es el trato que se dispensa a una leyenda de las viñetas, a un artista pionero que abrió camino en la industria del cómic superheróico americano como ha sido Carlos Pacheco, ¿que no serán capaces de hacer con las personas y artistas más humildes?

* Sectorial del Cómic fue contactada por este periodista para conocer su versión de los hechos, sin éxito.

* La foto de Carlos Pacheco es de Luisete Plastikete y Vero Bautista para Ficomic