Jerez de la Frontera, esa ciudad desmemoriada y clientelista, hoy más pepera que nunca, siempre cobarde, afronta una etapa de atrasismo y magna involución. El vuelco a la derecha del tablero político (y la consolidación del trumpismo internacional) nos ha pillado sin ilusiones políticas, a años luz de los partidos del consistorio, con enemistades cainitas aún vigentes y la sensación de que hemos vuelto a aquel «que no nos representan» de hace casi dos décadas.
Pero hasta en las situaciones más adversas, hasta de la decepción latente y del hastío generacional, hasta de los fiascos más decepcionantes se cansa la gente y al final se revuelve ese espíritu rebelde y combativo del ser humano, empujado siempre por una juventud sin complejos ni rencores. Así surgen, en los márgenes, pequeñas colectividades y agrupaciones que no son sino un arrebato de dignidad e inconformismo; de progreso y lucha.
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