Píldoras culturales: Malasanta, de Antonio Tocornal

Dicen que este es el secreto mejor guardado de Facebook. Y ahora lo entiendo, vaya pasada es la novela de Tocornal.

El autor gaditano construye aquí las diferentes etapas de la vida de Malasanta, la hija de una prostituta cuyo destino se prevé negro como el tizón. Y le sirve de pretexto para explorar la marginalidad en todos sus ámbitos, la de una España de carretera, sórdida, violenta, áspera e inmisericorde. Una España de puteros, de madames carceleras, de corruptos, de locos y de almas perdidas que comparten espacio en La Ciénaga (mejor nombre imposible).

En este universo, a quienes les queda un atisbo de humanidad, más que vivir, sobreviven. Y lo hacen encontrando espacios para la belleza y la ternura, agarrándose a promesas que luego nunca llegan y flotando entre el recuerdo y la esperanza. Así, a Malasanta le da treguas la vida de mala muerte que lleva con el affaire que mantiene con el Niño Truncado, la amistad con Candela o la road trip con Cándido. Y también, claro, con su botella de Fundador.

Malasanta no es un dramón absoluto gracias al tono. Tocornal lo conforma usando una envidiable precisión en el lenguaje para provocar ternura en quién lo lee y revestir el relato de humor negro. Recuerda levemente a Las Malas y a veces siento como si Cien años de soledad pasara por un filtro de realismo sucio.

Tocornal ha escrito una novela memorable, un homenaje a todas las Malasantas que nacieron en el lugar equivocado y se esfuerzan en encontrar luz en mundo lleno de negrura.

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